Alberto Woolrich
El problema de México es que, según se resuelva el desenlace de las votaciones éste dos de junio, se correrá una suerte u otra. Las votaciones en ese día representan una acción frenética en la cual cada partido político desarrolla mejor su papel de prometer más al electorado. Esos compromisos les vienen impuestos para no cumplirlos y solo obtener el sufragio. En efecto, los que pretenden gobernarnos y representarnos, sean de la corriente política que sean, se exceden en promesas, ofrecimientos y ofertas que saben no se van a cumplir, en cierta forma y por desgracia es costumbre en esos discursos políticos lo que distorsiona el rumbo de ascenso que debe seguir México e inclusive lo anula.
Como es muy sabido por todos los pensantes y estudiosos de lo jurídico, los contendientes a gobernarnos y representarnos pretenden manipular conciencias y muchas veces y en ciertos sectores lo consiguen con la torcida y mezquina compra del voto. Ya Séneca lo escribió a distancia de siglos “Lo que fueron vicios en el ayer, hoy son costumbres”: quae fucrant vitia mores sunt.
Ante, esa indigna situación que lamentablemente envilece a todos los partidos políticos, el elector también es corresponsable, a consecuencia de ello, nuestra Nación permanece perdida y dividida, porque le faltan autoridades con mimbres de varón para combatir esa ignominia y el votante acaba por guardar silencio y volver la espalda a lo que está aconteciendo, considerando normales los intolerables atentados contra las formas y contenidos esenciales de una verdadera democracia.
A ese respecto, nuestro México, sus gobernantes y gobernados mantienen un silencio indolente, casi displicente que nos inunda y nos hace recordar los excesos de las decadencias porfiriana y neoliberal. La conformidad con las bajezas parece ser el único recurso para eludir una situación intolerable por décadas. Vale decir que con ello la tempestad maltrata a la patria: tempestas afflictadat patria.
El engarce o conexión entre los conceptos de política, sufragio y ética continúa en ésta Cuarta Transformación de la Nación, andando a patadas frente al oportunismo arribista por mantener u obtener el poder mediante el voto.
Lo ético y la justicia, que siempre deben de encarnar un sentido en las limitaciones del poder, se ve burlado en la medida en que los partidos políticos en contienda pretenden y obtienen sufragios comprados en detrimento todo ello de nuestro querido México.
Es cuánto.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Presidente de la Academia de Derecho Penal del
Colegio Nacional de Abogados Foro de México, A.C..