Ricardo Peralta Saucedo
México correcto, no corrupto
La cita para el más de un millón trescientas mil personas que acudimos a la Marcha del Pueblo, convocada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, no fue el día de hoy, ésta comenzó hace más de 30 años.
El día de ayer domingo 27 de noviembre se decretó el relevo generacional que el presidente López Obrador está legando a los cientos de miles de seguidores que tenemos que continuar construyendo e impulsando el obradorismo, sin duda, y más allá de una convicción personal, el movimiento social más importante en las últimas cinco décadas del que se haya tenido registro en el país.
El mensaje político respecto a lo que significa el humanismo mexicano es una forma de justificar de manera inédita el sentimiento de fraternidad y solidaridad únicos en nuestra raza cósmica, como lo señalaba Vasconcelos, y es, sin duda, una confirmación de la suma de nuestros antecedentes históricos, étnicos y de mestizaje, así como la pluriculturalidad que nos distingue a nivel mundial. Es una interesante tesis sociológica.
La marcha está impregnada de la esperanza radicada en la conciencia colectiva que continúa creyendo que ésta es la ruta correcta en la dirección de nuestro país, por ello la presencia muy destacada, más allá de lo institucional, de Adán Augusto López Hernández, quien, como principal fiel seguidor, es el que tiene las cualidades y principales características de personalidad, elocuencia, sencillez e inteligencia para continuar de manera inefable los destinos de México.
Las muestras evidentes de cercanía entre el Presidente y el secretario de Gobernación eran para un claro sucesor natural, como si fueran una misma persona, las emociones humanas que se percibieron fueron mucho más significativas que el símbolo político.
Niños y gente muy joven participaron en su primera marcha, jóvenes que ni siquiera tienen edad para votar, pero que se les vio disfrutando del acto más masivo del que se tenga registro en la historia del país, ningún concierto musical, evento deportivo ni convocatoria ciudadana o partidista tuvieron tal nivel de participación. La oposición acusa de acarreo, la enorme mayoría se mofó autoproclamándose “acarreado de conciencia”.
También es la esperanza para millones de mexicanos de ver a un Presidente tan activo y vital, aunque muy probablemente sea la última movilización multitudinaria en la que participe, no porque no convoque, sino porque quizá los tiempos político-electorales no lo permitan. La estafeta ha sido dada, el testamento político está dictado y entregado en sobre cerrado, sólo el notario lo puede abrir. Adán es notario.
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Las primeras planas de los diarios nacionales y locales publicarán fotografías de la también llamada: “Madre de todas las marchas”; harán crónicas desde el inicio hasta el ocaso de la manifestación popular, también, sin duda, verterán imágenes y videograbaciones del reparto de alimentos y bebidas; ¿sí sabrán que la gente come?, y no en restaurantes con nombres impronunciables, van porque quieren ir, la gente es digna, no van a una manifestación por “una torta y un frutsi”, es una verdadera fiesta popular, pero los opinadores y seguramente algunas editoriales nunca lo podrán entender porque viven en un México fuera de la realidad, en su burbuja de cristal neomexicana.
Si hacemos una comparativa tanto del número como de la calidad de conciencia política de los asistentes, es muy claro por qué la oposición en México está completamente desfigurada, sin liderazgos inspiradores y donde sólo se respira rabia, odio, rencor y complejos sociales. Su reconciliación y polarización debe empezar con ellos mismos.